lunes, 12 de mayo de 2008

No hay nadie en el espejo




Abjúrame, no soy más que el acanto fallecido.
Cuando me doy cuenta mis labios han perdido su tonalidad.
Un rosa negra me señala a través del espejo. Su capullo está cubierto por una corrosiva e inexplicable textura.
Estaba buscando el placer de una postura cuando me encontré con un viejo baúl.
Traté de abrirlo con ímprobo hasta que descubrí que necesitaba una llave.
Desconozco el paradero de esa llave. Me aproximé a la cerradura y pude contemplar un símbolo que aparecía y desaparecía en función de mi parpadeo. Cuando mis ojos estaban abiertos, desaparecía, y viceversa.

Desperté con una suave brisa, ya que mis sábanas habían desaparecido.
Siempre al amanecer me quedaba frente al espejo de pie que era tan alto como mi figura. No sé que me movía a hacerlo, quizás en el fondo pretendía que alguien me recordara que existía, que no era todo un espejismo. Pero esa mañana todo cambió. Cuando me halle frente al espejo no pude contemplar más que la inusitada silueta de un gamusino.

¿Abres el baúl?

Déjate llevar por el desiderátum.










No hay comentarios: